“ÉTICAS DE LA MODERNIDAD”
En esta presentación, Marcos Delgado, Gonzalo Garrido, Martín Gadea y Candela Bonilla, vamos a tratar temas referidos a la ética. Hablaremos sobre las éticas de la modernidad, lo cual incluye el emotivismo humeano y formalismo kantiano.
EL EMOTIVISMO MORAL
La filosofía tradicional ha respondido siempre la pregunta sobre el origen de la moral recurriendo a la razón. Esta idea se mantuvo hasta que en la Edad Moderna, una época en la que se dehan de lado los problemas tecnológicos y metafísicos, aparece un filósofo llamado David Hume. Este filósofo vivió del 1711 al 1776 y fue partícipe del movimiento Ilustrado.
Hume se opone y critica el racionalismo moral propuesto por la filosofía tradicional.
Sus argumentos para rechazar el razonamiento son que los juicios morales nos impulsan a comportarnos en un sentido o en otro mientras que los de la razón no nos llevan a tener preferencia por algo.
Hume cree que lo que nos mueve a la acción moral es un sentimiento de simpatía llamado actualmente empatía, lo cual se refiere a la capacidad de dejar de lado nuestro interés y ponernos en la piel de otra persona.
La moral de Hume podemos calificarla de emotivista, basada en la idea de que las afirmaciones éticas no son verdaderas ni falsas si no que expresan un sentimiento. Además explica que hay que calificar algo como bueno o malo, justo o injusto, etc., por el sentimiento que este nos produce. Por otro lado, es más ético puesto que expresa que de la naturaleza humana hacia el bien, proviene de la facilidad de la vida social, por lo que fomenta el bienestar humano en general.
Para concluir, una cita de Hume: “Las personas morales no deben clasificarse con las operaciones del entendimiento, sino con los gustos o sentimientos”.
LA BUENA VOLUNTAD Y EL DEBER
Kant considera que la acción moral es un fin en sí y no un medio, su concepción es deontológica, es decir, que la acción buena es aquella que se basa en el deber. Para Kant lo único bueno es la buena voluntad, actuar de la mejor forma posible desinteresadamente, eso significa poner todos los medios posibles de uno mismo para alcanzar un fin, sin importar las consecuencias, ya que es la buena voluntad lo que determina que una acción sea buena.
Actuar por deber es equivalente a por buena voluntad, ambas hablan de actuar de forma desinteresada y no hacerlo siguiendo inclinaciones. El deber es la necesidad de obrar de una determinada manera por respeto a una norma de conducta, el fin debe ser cumplir el deber mismo. Solo se considera un acto moral cucando no se busca nada a cambio y está motivada solo por la voluntad. Obrar por deber es obrar por reverencia o respeto a la ley moral que la razón da a la voluntad. La ley moral se basa en la noción de deber; y en la medida en que la ley moral regula nuestra conducta. A este mandado u orden de la ley moral, Kant lo llamará imperativo categórico.
EL IMPERATIVO CATEGÓRICO
Cuando obramos por deber lo hacemos con respecto a una ley moral sin perseguir ningún interés en particular y sin tener en cuenta las consecuencias para nuestra persona.
Kant explicó que todas las normas de conducta se podían simplificar en una única ley moral denominada imperativo categórico, llamado así porque el deber es una obligación. Diferenció entre dos tipos de imperativos:
-Imperativo Hipotético: nuestra obligación moral está condicionada por una motivación de carácter divino o extra-moral.
-Imperativo Categórico: Propiamente moral, nos indica si nuestras acciones son buenas por sí mismas sin importar consecuencias de acuerdo a su forma y condición de posibilidad.
Este último se puede formular de cuatro formas diferentes, estas formulaciones son:
-“Actúa de manera que tu acción pueda convertirse en norma universal.”
-“Procede de modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de los demás, siempre con un fin en sí mismo y nunca como un medio.”
-“Obra como si la máxima de tu acción debiera convertirse por tu voluntad en ley universal de la naturaleza.”
-“Obra como si por medio de tus máximas fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de fines.”
LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD
Llamamos autónoma a una persona que impone sus propias leyes y es capaz de cumplirlas. Una acción es autónoma cuando es la propia razón la que impone el modo en que debe actuar la voluntad, porque se da a sí misma sus máximas. La voluntad ha de ser, por tanto, autónoma.
La ética kantiana, donde el autor de la ley moral es el propio ser humano, se contrasta con la ética heterónoma, donde las normas vienen determinadas por factores externos al ser humano. En este último caso las personas actúan en contra de su propia voluntad ya que viven a partir de reglas que les han sido dadas.
La ética kantiana está basada en la buena voluntad donde la intención es lo importante. Las acciones morales son las que se hacen por el deber y no con otro fin. Esta ética es formal: no indica qué es una acción buena, sino qué condiciones cumple una acción buena, y estas son las que formula el imperativo categórico. Finalmente es una ley moral necesaria y universal.
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